
Enrique Baltanás
Trece elegías y ninguna muerte
La Isla de Siltolá, Sevilla, 2010
El libro que vamos a comentar atrae desde el comienzo, desde el “Poema-prólogo”, porque Baltanás avisa y dice que nos va a “Hablar de esa moneda gastada que es la vida”. El imaginario poético se sitúa en escenarios de pérdida, y se acoge al misterio como un asidero, en el “Poema-prólogo” ya mencionado, misterio que se transforma en luz en el poema primero, a pesar de “... el fracaso y el dolor”.
En el segundo poema, digno de atención, advertimos coherencia con lo dicho: “La verdad de la vida es el misterio”, y sigue en el convencimiento y búsqueda, con matices esperanzadores: “... cuando los agujeros negros se vuelvan por fin blancos”. La no creencia en las utopías lleva al poeta a entrar en contradicción, por su firmeza en la esperanza.
El tema de la muerte no podía faltar, como así lo anuncia el título del libro. Es un hecho irreversible que el humano no entiende y cuya sombra permanece: “Lo malo es esa sombra que nos sigue...”, nos dice Baltanás, para terminar con el consuelo del misterio (“Y sólo es el misterio el que responde”).
Referencias clásicas y bíblicas en el poema V, que finaliza con un bello endecasílabo: “Y al subir a la barca cesó el viento”. El poema completo no tiene desperdicio. ¿Búsqueda y encuentro? Niebla y luz. En el fondo, ese desasosiego del hombre moderno que lucha por encontrar resplandores, e insiste una y otra vez (“El camino no importa, si al final nos hallamos/ limpios de corazón, nosotros a nosotros”).
La temporalidad, presente en este libro, tiene protagonismo, a veces como telón de fondo, otras de manera más relevante, como en el poema “Tardías confidencias”, con dos versos que merecen resaltar, como tantos otros de estas elegías (“Y el tiempo nunca escapa,/ porque no tiene adónde”).
Trece elegías y ninguna muerte es ese libro que nos ha gustado leer y que nos hubiera gustado escribir, porque recoge el pensamiento universal de muerte y vida, de misterio y esperanza. Baltanás nos lo hace llegar desde un verso terso y bien entramado, donde junto a la pérdida y desolación encontramos ironía, belleza y esperanzadas luces.
Dionisia García
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